66 – mi regalo, un recuerdo

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El olor de pescado a rebosar de la sala de al lado, donde un judío pelirrojo te recompensa con una sonrisa y un cariño; «¡Hola, eres tú quien admira las delicias!»

La sonrisa se vuelca bajo el bigote plateado, y la réplica ácida (del bote de tornasol); «¡Solo las menores de 20 años, de estatura esbelta y piel parda!»

(Y esto, después de un intercambio  de sardinas entre láminas, ambas de color azul claro)

Al lado, ruido de metal golpeado por cuchillas gruesas cortando carne de pescado, lomo de atún, escamas, limpiando marisco, …

El mostrador del bar estrecho, la silla vieja y alta sin respaldo, los codos de encima del tablero, la misma mujer fea pero sonriente delante de ti, fotos en la pared de delante con personas desconocidas, de otros tiempos.

Pan negro aliñado con aceite de oliva, pimiento rojo, sardina ahumada cortada en un juego de X y 0 y mi oído escuchando  historias sobre un sábado normal, en la ciudad fundada por el cónsul romano Quinto Cecilio Metelo Baleárico en el año de gracia 123.

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